TARZAN (Ensayo)
- danielchawnamuche
- 2 sept 2021
- 2 Min. de lectura
Las mejores bromas que encontró Tarzán estaban en sus propias historietas. Se reía a carcajadas de cómo su imagen era trastornada en un hombre blanco y musculoso tan distinto a la de sus hermanos. Le daba más gracia aún el dibujo de una mujer blanca quién le acompañaba y llevaba de nombre Jane quien –según la historieta- era hermosa. Pero que en realidad no se asemejaba a ninguna de “sus” mujeres ni siquiera a la más delgada. Aquella que lo conquistó con su canto y danza.
Sucede que en la vida de Tarzán el no tenía mujeres porque ellas nacieron libres. Es más, en su lenguaje no cabía alguna palabra para designar la posesividad de las cosas ni de las gentes ni de los animales ni del bosque. Las mujeres lo tenían a él; porque así ellas lo requerían y era el padre de sus hijos. Ninguna mujer estuvo con Tarzán si ella no lo quería.
¿Cómo era posible que lo llamasen hombre-mono? Se preguntaba. El mono era el animal más detestable del bosque porque con sus alaridos y bulla espantan a los otros animales. "Hombre-mono" era un insulto para él. Y el grito que aparecía en las historietas le parecía una aberración. El hombre de la selva no necesita gritar para eso crea música y cantos. Gritar es de animales.
Pelearse con un oso, un toro, una serpiente o un leopardo y matarlos es de ateos. De cuando acá, el hombre mata para demostrar su poder –o esconder su fragilidad- y ante quién debe demostrarlo. El hombre que vive en las ciudades vive con mucho miedo. En las ciudades solo pueden vivir los hombres solos con sus propias creaciones a las que valoran pero no las quieren porque pronto se aburren de ellas, las acumulan y las destruyen. Luego, necesitan volver a crearlas para sentirse poderosos con las cosas que pueden controlar. El hombre de la ciudad es muy salvaje.
Una gran curiosidad le dio a Tarzán y fue el capítulo en que lo hicieron cristiano. En efecto, previo a ello, la civilización llegó al bosque -según las historietas- el agua se llamó potable y ya no había que buscarla. Así que no había necesidad de ir más allá de lo conocido. Para esos lugares, había gente que iba a buscar el agua negra muy apreciada por ellos. Su religión se llamaba progreso y había que catequizar.
Tarzán dejó de leer sus propias historietas pues llegaron a lo más absurdo: Tarzán y los alienígenas; Tarzán y los cyborg; Tarzán versus los zombies, Tarzán y la máquina del tiempo. Sin embargo, siempre le quedó esa curiosidad nostálgica de seguir la historia del hombre de la cruz. Aquel que decía que su reino no era de este mundo. Quizá, Tarzán -harto de ver las historias del hombre blanco y su ciudad- pensaba lo mismo.
Dchawsj
Yamakai-entsa, setiembre 2015.

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