San Martincito de Porres (Relato)
- danielchawnamuche
- 14 abr 2021
- 4 Min. de lectura
Estando en la casa de mi abuelita, miraba atentamente una pequeña estatuilla. Pronto, me di cuenta de que era san Martín de Porres puesto que en sus manos llevaba una escoba y, a sus pies, unos animales que comían de un solo plato.
- Abuelita. ¿Y ese san Martín? -pregunté-.
- Ese san Martín es de tu papá y se lo dieron cuando hizo la primera comunión.
- Y ¿Por qué está sin cabeza?
- Porque un día se cayó y se rompió. Luego, le pegamos la cabeza. Pero, otra vez se cayó y no volvimos más a encontrar la cabeza.
- Abuelita. Y ¿por qué no volvieron a buscarla?
- Ay, hijito. Por dónde no le hemos buscado. Ése era bien bueno. Milagroso era. Tu papá le rezaba.
Unas semanas después, cuando fui con mi papá a visitar a la abuela, le hice notar:
- Papá, papá.
- ¿Qué?
- Mira.
- Ahhhhh. Si. Ese san Martín es mío. Me lo dieron cuando hice la primera comunión. Le voy a decir a mi mamá que me lo dé.
Él le gritó a la abuela:
- ¡Mamá!
- ¿Qué? -respondió la abuela-.
- Mamá. Voy a llevar mi san Martín.
- Llévatelo, pues.
Luego, le dije a mi papá:
- Papá. Pero, no tiene cabeza.
- No importa, es mío. ¡Uy! No sabes cuánto quería yo a mi san Martín.
Mi papá cogió la pequeña estatuilla decapitada. La miró con sus ojos de niño y no lo soltó hasta que llegamos a la casa. Una vez que llegamos, subió a la habitación y lo colocó en una repisa sobre la cómoda que estaba en el interior de su clóset. En el mismo clóset, pero al lado derecho allí mi madre tenía varias imágenes: Cristo crucificado, Cristo resucitado, la virgen de Guadalupe, varios rosarios, un corazón de Jesús, la sagrada familia, entre otras estampitas de difuntos y recuerdos de misa.
El san Martín de mi papá compartía la repisa con frascos de colonia Old Spice, algunas monedas antiguas, una piedra decorada que le regalé por el día del padre como pisa-papel, conchas de caracol traídas de la playa de Cantolao, una bala de revólver, un billete antiguo con la figura del almirante Miguel Grau y unos calendarios de bolsillo del año 1980 de mujeres desnudas.
Una vez en que no fui al colegio una semana porque me enfermé de varicela me puse a jugar con mis juguetes que estaban en un gran balde verde. Tenía allí: dinosaurios, super héroes, muñequitos de plástico, carritos, canicas, piezas de dominó, ladrillos de lego, animales de jebe, soldados e indios de plástico, un cubo Rubik, bolas de plastilina y una serie de chucherías que encontraba en la calle. Con ellos, casi siempre jugaba a la guerrita o al fútbol.
Cómo no podía quitarme de la mente al san Martín sin cabeza, lo llevé a éste a que jugará con el resto de los juguetes. La primera vez fue un árbitro de fútbol:
- ¡Penal! Cobró san Martín.
- Pero ¿Cómo va a cobrar penal sino no vio la jugada porque no tiene cabeza?
- Ya cobró, ya cobró. Además, vamos a ponerle una cabeza de plastilina.
- ¡Priiiiiiii! ¡¡¡¡¡Gol!!! No pudo atajar Pablo Mármol.
- Qué hace un enano en el arco.
- Miren, miren. El cocodrilo se está comiendo la cabeza del árbitro.
- Escupe, escupe.
- Spiderman jálalo de lo cola.
- Indio, traiga la flecha pa´ sacar la cabeza.
- Atrapen al indio que está llevándose la cabeza.
- Soldado, llame por su radio.
- No te preocupes… yo te voy a prestar mi cabeza dijo Batman.
- Jajaja… soy Batman, pero con el cuerpo de san Martín
- Ataca perro.
- No puedo, estoy tomando mi leche con el gato.
- Cierto… voy a mandar a… a… al cubo mágico.
- Cubo mágico traiga la cabeza.
- Gracias Batman, pero ya no quiero esa cabeza, está chancada.
Otras veces jugaba a la guerra. Siempre lo herían, pero no lo podían matar porque le apuntaban a la cabeza. Cuando jugaba al fútbol lo ponía en el arco, no había problema mientras no le chotearan por el espacio que le faltaba del cuerpo. Cuando terminaba de jugar, todos volvían al balde verde y san Martín a la repisa del clóset.
Hasta que lo olvidé y aquel día, mi padre me regañó:
- ¿Dónde está el san Martín?
- ¿Yo, lo tengo? -pregunté cínicamente-.
- ¿Quién más? Si te quedas todo el día aquí.
- ¿Es así pequeñito y no tiene cabeza?
Me remedó:
- Es así de pequeñito… No te hagas el sonso que sabes a que me refiero.
- Ahhhh. Si, esté… creo que se ha metido en el balde verde.
- Se ha metido… tú lo has puesto ahí.
Le sonreí sin mostrarle los dientes. Y me dijo:
- Vamos.
Mi padre comenzó a sacar lo juguetes del balde verde. Lo halló. Luego, me dijo:
- Ése estaba allí en mi repisa. Qué haces rebuscando mis cosas. Además, es muy delicado. Mira. El perro está con medio hocico y el plato ya no está.
Yo no decía nada. Pronto, comenzó a observar con detenimiento mis juguetes y me miraba. Hasta que llegó mi mamá:
- ¿Qué pasó?
Él había escuchado la pregunta de ella, pero no la contesto. Me miró y me preguntó:
- ¿Éstos son tus juguetes? -preguntó asombrado-. ¡Nada cuidas.! Mira: tus carritos sin llantas, Batman sin brazo, el hombre araña sin pierna, al cocodrilo le faltan dientes, a todos les falta algo.
Tras todo lo que me decía solo alcé una mirada triste y atiné a decirle:
- Pero, papá, san Martín es parte del equipo de los lisiados.
Miró la estatuilla. Miró a mi madre. Ambos cruzaron miradas y se rieron juntos. Mi padre le dio el san Martín y le dijo:
- Gorda, guárdalo tú. Tu hijo está loco, tiene mucha una imaginación.
Dchawsj
Bogotá, abril 2019.

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