Oveja perdida, buen guiso (relato)

Un hombre se encontró una oveja. Luego de un tiempo, al ver que no venía su dueño, la sacrificó. Le entregó la carnaza a la mujer y ella lo guisó.

Él, su mujer y su hijo, cuando estaban sentados en la mesa casi por comenzar la bendición de los alimentos, sonó la puerta de la casa:

- Toc-toc-toc

El hombre abrió y vio a otro. Aquel tenía el semblante de un hombre cansado. Tomó un poco de aire y por fin pudo decir:

- Vecino. Buenas tardes. Vengo ya varios días buscando una oveja que se me perdió.

El vecino se sintió conmovido al ver al hombre exhausto y le propuso:

- Acabo de destetar a algunos borregos. Elija el que quiera y llévelo. Seguro le será de un buen semental.

El hombre esbozó una sonrisa mezclada con el alivio de sentirse descansado y dijo:

- Oh. Muchas gracias. Mi familia estará más que contenta. Son dos días que llevo fuera de casa y estarían muy tristes si demoro más.

El vecino le dijo al pequeño:

- Hijo, tráete una banca que nuestro amigo va a almorzar con nosotros.

El hombre sacó del morral unos panes y los compartió. Untó un pedazo de pan en el guiso que la esposa del vecino le había servido en un plato y exclamó:

- ¡Qué buen guiso! Debería darme la receta para mi esposa.

La esposa le respondió:

- No es para tanto. Todas guisamos igual y cuando el hambre es grande, la comida es más rica.

Luego de unos minutos de amena sobremesa el hombre se despidió:

- Vecino. Ya me voy. Le agradezco todo lo que hoy me ha brindado: ha aplacado mi búsqueda y no retorno a casa con las manos vacías. No dude en visitarme si algún día viaja hacia el sur.

Una vez que se fue alejando con el borrego que había elegido, el pequeño hijo le preguntó a su padre:

- ¿Por qué no le dijiste la verdad?

El padre abrazó a su hijo, lo llevó cerca del rebaño y le explicó en qué consiste la verdad.

Dchawsj

Salamanca, diciembre 2019