Malifeo (Cuento)

"Malifeo" son dos perros que tenía de niño. Uno era Malo y el otro, Feo. Así eran sus nombres puesto a mi madre no le gustaban los perros. Sus nombres tampoco justificaban sus actitudes. "Malo" era un buen perro y "Feo" tenía su gracia aunque no fuese de raza.

A los dos, los criamos diciéndoles las cosas que no debían hacer en casa. Aquello les creó una gran confusión dado que -mientras eran cachorros- cada vez que decíamos: "eso es malo o eso es feo" los hacíamos gemir golpeándoles con un rollo de papel periódico en la cabeza. Por eso, cuando se hicieron grandes, nos gruñían. Aún así, ambos venían corriendo cuando gritábamos: ¡Malifeo!

A "Malo" le gustaban las perras y al "Feo", las llantas. Todo el mundo en el barrio querían tener cachorros de "Malo". Decían que salían buenos cuidadores. "Feo" era muy gracioso pero no aguantaba la tentación de perseguir a una llanta incluso a los lisiados en sillas de ruedas.

Solo 8 años estuvieron con nosotros aquellos perros. Quizá lo suficiente para no olvidarlos. "Feo" murió como lo imaginábamos, arrollado por las llantas de un carro. "Malo" murió de vergüenza cuando dejó de ser el macho alfa, pelo en pecho, lomo plateado del barrio.

A veces, cuando me encuentro con la gente del barrio, hablamos de los perros, de los ritos y los nombres con que bautizábamos a los cachorros de "Malo": "Satanás", "Maloso panda", "Judas", "Caifás", "Nerón lerón", "Seiseisiete", "Lindableir", "Viuda buena", "Deimian", "Rocoto", "Panteón", "Lacaloco", "Rabienzo", entre otros.

No ha pasado mucho desde que me he ordenado de sacerdote. He realizado muchos bautizos y recitado muchos nombres de niños. Confieso que cada vez que hago esta labor se me esboza una sonrisa a veces graciosa a veces maliciosa.

Dchawsj

Ráquira-Boyacá, Julio 2017.