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LOS OJOS DE LINA (Relato)

  • Foto del escritor: danielchawnamuche
    danielchawnamuche
  • 7 mar 2021
  • 2 Min. de lectura

Lina Martínez murió en un accidente de carretera. Sus ojos no eran celestes pero me moría porque así lo fueran.


Pasaron diez años en el cual trabajaba viajando por todo el Perú. Muchas veces en algunos buses cómodos y otras, no tanto. A veces de noche, otras de día.


Los Andes son tan altos que para ir a la selva hay que dar miles de vueltas. Tengo el estómago revuelto y el bus huele como a vinagre. Ya son varios los que le piden al asistente del chofer bolsas para el vómito.


Suelo pegar la cabeza o la frente en el vidrio de la ventana. Miro al cielo. Es azul como los ojos de Lina. ¿Es cierto Lina que desde arriba me vez?


Llego al trabajo, me entrevisto con el presidente de la cooperativa cafetalera y alisto el itinerario de visitas. Solo 4 chacras por hoy, el camino es largo.


Uno de mis acompañantes me pregunta: "¿Llegáremos hasta el último? Está nublado. ¿Se acuerda de Ortuño? Ese boliviano podía hacer 5 hasta 6 chacras". Me preguntó.


Yo alzaba los hombros. Miraba al cielo nublado esperando ver un poco de que se viera azul. "Apurémonos, entonces". Le respondí.

Después del primer día -que era el más difícil- el cuerpo se acostumbraba a la humedad del clima y del sudor. La vista se agudizaba en la identificación de plantas, al aroma de las flores y al olor de la tierra recién humedecida por la lluvia.


Luego de pocos días había que regresar a Lima. Había que pensar otra vez en las 18 horas de regreso. Cruzar otra vez los Andes, pegar la frente al vidrio, mirar al cielo y pensar otra vez en Lina aunque sus ojos no eran celestes.


La nubosidad de Lima se hace patente casi todo el año. Mientras paso por la cordillera hacia la capital siento como va desapareciendo el azul para dar cabida al gris.


¿Otra vez cierras tus ojos, Lina?


Mientras Lina estaba viva me gustaba llamarla, decirle que la recordaba y que cada cítrico verde me hacía acordar sus manos y sus uñas largas, pelándola.


Ahora que ya no está, nada me recuerda a ella. Miro al cielo, imagino sus ojos azules aunque nunca lo fueron.


Dchawsj


Lambayeque, mayo 2017


 
 
 

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