Los extraños bichos (Relato)
- danielchawnamuche
- 17 feb
- 3 Min. de lectura
Hacía ya mucho tiempo que nada extraordinario sucedía en el Barrio de La Merced salvo por las últimas tres semanas en donde una huelga del servicio de recojo de basura hizo acumular los desperdicios de tal modo que hizo necesaria la ayuda del Centro Entomológico de Bogotá para identificar la aparición de unos extraños bichos.
Las huelgas de este servicio público en Bogotá suelen ser frecuentes. Pero, la aparición de estas raras alimañas junto con el brote de extrañas alergias y raros comportamientos en la población hacía presagiar que con otra huelga más la ciudad colapsaría. Tanto más por las demandas ciudadanas como por el miedo al descubrimiento de otras cosas desconocidas.
El barrio La Merced suele ser un tanto particular. Comprende una pequeña área: 5 calles la cruzan de norte a sur y la atraviesan 3 carreras de este a oeste. Este fue el primero en contaminarse y, era obvio, el primero donde se inició la limpieza y la fumigación.
Fue difícil volver a reanudar la vida citadina. Al principio, estuvimos en todos los reportajes dominicales de la prensa seria y, también, de la amarilla. Luego vino la estigmatización y, finalmente, el olvido.
Ser vecino de La Merced era ser un paria, un apestado, un inmundo. Menos querido que uno de esos tantos extranjeros que migran del norte buscando oportunidades cada vez más al sur. Las estigmatizaciones son un tanto extrañas, al inicio provocan lástima luego orgullo. No faltaron los políticos de izquierda y derecha quienes montaron orquestados mítines para salvar a La Merced en busca de réditos electorales
Ha pasado el tiempo y la atención que hubo hace tres semanas ha desaparecido para volcarse ahora al nuevo descubrimiento del bicho raro. Éste resultó ser una espécimen de la familia de la chirimacha o pito. Fue bautizado al inicio como Triatoma merchedensis. Pero, dado el carácter mundial del descubrimiento y la llegada de muchos científicos a Colombia hicieron trocar el nombre a Triatoma bogotensis. Bogotá estaba de moda. La Merced, olvidada.
Pronto, el orgullo del descubrimiento trocó en un serio problema de salud cuando se descubrieron los efectos secundarios de la picazón de la Triatoma. Al inicio, cuando el bicho salió por la televisión se le veía inofensivo. De color bermellón cuando era ninfa y púrpura metálico, al estado adulto. Su comportamiento nocturno en danzas de apareamiento era lo más característico. Pero nadie se preguntó de qué se alimentaba. Dado que salió de la basura, debía alimentarse de desperdicios. Fue la constante deducción.
Luego del apareamiento, los bichos necesitaban alimentarse. Éstos buscaban las zonas más cálidas de algún cuerpo humano, por lo general, mientras dormía. Un sutil piquete y la chirimacha púrpura succionaba plácidamente los fluidos sanguíneos.
Dos semanas transcurren hasta la aparición de los primeros síntomas. Un leve sarpullido y luego una picazón de 15 minutos. Aunque ésta dejara de picar conscientemente, el cuerpo aún lo sentía y se manifestaba con tics nerviosos. Algunos les daban por levantar las cejas, a otros por ajustar y distender un ojo o ambos y muchos por estirar los labios de frente o de lado. Hubo el caso único de un señor que movía ambas orejas. Luego de unos días de tics, ya en la convalecencia, el rostro se tornaba rígido hasta que progresivamente retornaba su movilidad.
Tras largos meses de convivencia con las chirimachas púrpuras, se demostró que no hubo ninguna víctima a causa del bicho por más que el gobierno declarara a Bogotá en emergencia sanitaria. Si se pudo comprobar el enriquecimiento del presidente por un convenio de importación de pesticidas cuya incapacidad para erradicar al insecto provocó 28 víctimas y 210 intoxicaciones por DDT además de 15 víctimas de un incendio por equivocada manipulación.
Poco tiempo después, la solución vino de África (aunque pudo llegar de otro lugar). Abdoulayé Veldé un senegalés de la etnia diola quien llegó al puerto de Buenaventura escapando de la Interpol trás una denuncia de estafa identificó al bicho como uno muy parecido que solía propagarse en su tierra natal. Aquel insecto suele morar en un árbol de mediano tronco y vistosas flores amarillas.
Por medio del correo postal, Abdoulayé logró obtener unas semillas de aquel árbol desde el Senegal y convenció a los políticos -con la ayuda de un traductor caleño- para el financiamiento de su siembra y uso. Después de unos meses, las plantas fueron sembradas a lo largo de las avenidas bogotanas.
Cuando las plantas se hicieron árboles, éstos trajeron los pájaros para anidar y los pájaros se comieron las chirimachas púrpuras.
Dchawsj
Bogotá, febrero 2018

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