La Salve (Relato)
- danielchawnamuche
- 20 mar 2023
- 3 Min. de lectura
Si bien lo recuerdo, creo que mi Primera Comunión fue un 25 de agosto de 1985. Pero, lo importante venía en la catequesis. Eran los sábados e íbamos con ropa de calle al colegio en el distrito de Magdalena del Mar en Lima. Mis catequistas eran madres de algunos compañeros: la mamá de Howard y la mamá de Verástegui. Éramos como 50 niños en el aula. Las señoras eran muy buenas no como nuestras madres siempre diciéndonos: pórtate bien, no me gusta que hagas eso, no eructes cuando tomes gaseosa, no te compres chicles, no ensucies tu ropa, amárrate los zapatos.
Recuerdo que -como todo estaba dirigido para recibir la hostia en la ceremonia- muchas de las enseñanzas de las buenas catequistas estaban enfocadas en aprendernos de memoria las oraciones para cumplir las penitencias dadas en la confesión. El Padre Nuestro y el Ave María eran fáciles. Asimismo, el Credo. Pero, yo tenía muchos problemas para aprenderme la Salve. Sobre todo, porque me costaba, en mi corta edad, entender que en esa oración se hablasen de los desterrados hijos de una tal Eva quienes reclaman en un valle de lágrimas.
¿Tienen alguna pregunta? Decía una de las miss. Pero, había niños grandes quienes miraban muy mal a los que preguntaban. Pues, eso significaba muchas veces menos tiempo para el recreo. Aquella vez realmente quería preguntar en qué parte de la biblia alguien llama a María reina o abogada, qué significa desterrado, qué es un valle y porqué está de lágrimas y si Caín mató a Abel entonces Adán y Eva debían haber tenido más hijos. Al no hallar respuestas a esas preguntas, la oración de la salve nunca me pareció importante.
Pero, otro ya era el problema. Surgió porque un fin de semana antes de la Primera Comunión teníamos que realizar la Primera Confesión. Para ello, había que escribir los pecados en unas hojas de papel rayado tamaño oficio. Así que, comencé a escribir las cosas malas que había hecho en mis cortos nueve años. Estos pecados me hacían realmente sentir mal: le mentí a mi mamá cuando le dije que se me cayó la plata y me había comprado chicles, he matado hormigas quemándolas con los cuetes chinos, asusté a un perro cuando estaba dormido, hice que se peleara una araña con una mosca y ésta la mató. Le ensucié la ropa a una niña en los carnavales cuando ella me rogó que no lo hiciera, estuve jugando con mis amigos a decir groserías, entre otras maldades.
Ya había llenado casi dos caras y mi preocupación era que en la penitencia me hicieran rezar la salve. Me sabía todas las oraciones de paporreta. También, el Yo Pecador y el Ángel de la Guarda. Pero, la Salve, jamás. El compañero Fuentes quien era uno de los que no dejaban que otros pregunten ya tenía como seis caras llenas de pecados y levantó la mano: ¡Miss, deme más hojas! Y escuché cuando la mamá de Verástegui le dijo: “Miguelito, tú sí que eres el diablo. Va a salir humo cuando te echen el agua bendita”.
Cuando hacíamos la fila para ir al confesionario con nuestros papeles en mano, el Padre nos había dicho que hay que estar en silencio diciéndole a Dios que nos vamos a portar bien. Yo solo le decía que había hecho cosas malas pero que era demasiado injusto si el Padre me pidiese que rezase la Salve. Llegó mi turno. “Ave María purísima”. Dijo, el Padre. “Sin pecado con su vida”. Respondí. “Concebida”. Me corrigió mientras meneaba la cabeza. Y añadió: “lea rápido”. Al terminar de leer, cerré los ojos y crucé los dedos. El sacerdote decretó: 5 aves marías, 3 padres nuestros y 1 credo. Sentí un gran alivio porque no me pidió que rezase la Salve. Me froté las manos como si fuese un buen negocio, me arrodillé en una de las bancas de la Iglesia y recé lo que me había dicho. Luego, sonreí.
Al salir para dirigirme hacia la fila de los perdonados, vi como el compañero Fuentes leía y leía sus hojas mientras el padre se tocaba la frente y meneaba la cabeza. En la fila, todos especulábamos sobre la penitencia que le iban a dar: “Menos de 10 padres nuestros, no le dan”. Concordábamos la mayoría. “5 aves marías porque es lo que a la mayoría nos han dado”. Añadían, otros. “3 credos y 3 Salves”. Señalaban, los más crueles.
Nunca nos enteramos cuál fue la sentencia recibida al compañero, aunque él después nos dijo unas cantidades exageradas. Llegó la fecha de la primera comunión. Tuvimos torta, fotos y estampitas para intercambiar. Luego, nos olvidamos de los pecados y continuamos siendo niños -hasta ahora- con las maldades de siempre.
Dchawsj
Lima, marzo 2023

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