La Penitencia (tradición)
- danielchawnamuche
- 27 sept 2022
- 2 Min. de lectura
Cierto novicio estaba realizando su mes de ejercicios espirituales en una de las muchas casas de retiro de las afueras de Lima. Para quienes conocen Chosica, saben muy bien la cantidad de piedras que por allí se asoman.
Resulta que, mientras oraba, le vino un fuerte deseo producto del régimen de silencio y soledad. El cual consistía en hacer algún tipo de penitencia. Él mismo aseguraba que eran por sus pecados cometidos en su vida previa al cambio de estado religioso.
Aquel fuerte deseo no era más que el mismo Tentador dándoselas de pillo con el novicio muy ingenuo aún en las artes del discernimiento. Grave error mostró el aspirante al no consultar con algún superior que para estas artes hace mucha falta un buen maestro de novicios.
Y estando el novicio rece y rece las últimas letanías a San José, castísimo padre de Jesús, halló la fabulosa idea de trocar la almohada de su habitación por alguna de aquellas rocas que en Chosica, el batolito costanero ofrece gratis y generosamente.
En la mañana siguiente, se vio al espejo ojeroso y demacrado. Su propia imagen le produjo una gran consolación sabiendo que la incomodidad de aquella roca le producía tantos dolores carnales como espirituales.
No obstante, siendo ya percatado, el guía espiritual, de la cola subrepticia del Murmurador, decidió continuar para darle lección al novicio y se edifique en su crecimiento. Llamó al novicio y le contó la historia de cómo los aspirantes a monjes en la era medieval descubrían el peso de sus ofensas a Dios de tal modo que podían ablandar las piedras.
En los siguientes días, el novicio se mostraba ansioso y desorientado. Las últimas noches había dormido cruel y plácidamente sobre aquella sólida almohada. Cambió por otras más ásperas y puntiagudas pero aquellas ya no le producían las incomodidades y dolores de corazón que tanto buscaba. Por el contrario, no había montaña que no la viera como fardo de algodón o colchón de paja.
Una noche, al borde de la neurosis, el novicio llamó al maestro para abandonar los ejercicios espirituales y volver a su vida mundana. A lo que el maestro le contestó: -“hará bien entonces realizar una confesión general de tus muchos pecados”. El maestro no halló en él notables faltas que merecieran su retorno al boato. Y preguntó: - “¿cuéntame que has estado haciendo los últimos días?”
El novicio no quería pecar de indiscreto y ante la paz insistente del maestro decidió contarle la penitencia. El maestro lo miró y lo mandó a dormir sin antes contarle las argucias del Enemigo y de cómo habría de vencerlo. El novicio ya calmado le preguntó al maestro: ¿Y usted cómo lo supo? El maestro respondió: ¿Ves esta cicatriz en mi cabeza? Cuando era novicio, yo hice esa misma penitencia, me lancé de bruces a la cama y terminé mis ejercicios en el hospital. Dchawsj Yamakai-entsa, septiembre 2016.

Comments