La llegada (Relato)
- danielchawnamuche
- 8 jul 2021
- 2 Min. de lectura
El cuerpo que parecía inerte ligeramente se movió. Se desenmarrocó. Logró arrodillarse, cogió del suelo sus anteojos de marco grueso y se los colocó. Alzó la taza que había rodado por el suelo y se calzó las sandalias que por allí estaban cerca. Se incorporó.
Sirvió un poco de café con azúcar y le echó un chorrito de leche de la lata que hacía poco la había retirado de la refrigeradora. Bebió rápido y sin paciencia. Dejó la taza sucia en el lavabo. Apagó la luz y salió de la cocina. Ingresó a su cuarto y descanso. Antes, recordó que al día siguiente volverían los alumnos al internado.
En la mañana húmeda desde muy temprano se escuchaban los motores de 16 caballos que movían las canoas por el río Marañón. "Ya van llegando los alumnos" me dijo. Cada dos horas, escuchábamos los motores de las chalupas (lanchas rápidas) que llegaban del río Cenepa y atracaban en el puerto del colegio. Los alumnos más pequeños llegaban con sus padres. Algunos de ellos, exalumnos del colegio.
Las horas iban pasando. "Padre, me da un balón" me rogó amablemente un pequeño. "Claro, luego me lo regresas para dárselo al nuevo delegado de deportes". Le respondí. "Padre, me guarda mi dinerito" me dijo otro. Ingresé a mi habitación y saqué mi cuaderno de anotaciones. Recibí el poco de dinero e inscribí el nombre, su apellido, el grado, la sección y el monto.
Recibimos a los alumnos, a sus padres, a sus madres y algunos muún (abuelos, viejos). Llegaron dos jóvenes de Huampami quienes solo distinguí cuando se acercaron: José y Jimmy. Habían crecido durante sus vacaciones y dejaron sus rostros de niños. "Llegó el día". Les dije. "Si, profe". Me respondió uno de ellos. Les acerqué la llave de la tienda escolar. "Vayan y atiendan". Los miré con el respeto y la confianza de quien delega responsabilidad.
En un rato de descanso, le pregunté al padre: "Carlos ¿Cómo nos irá este semestre?" "Bien, como todos los años" me respondió. Me miró a los ojos, alzó sus cejas y añadió: "ánimo". Yo completé la frase como muchas veces lo había hecho: "Yo he vencido al mundo". Aunque con cierto sarcasmo y en un tono un poco bajo.
"¿Te das cuenta Carlos que todo esto ya lo hemos vivido?". Hice una pausa y añadí: "Tengo la leve sensación y también algo de sospecha que ninguno de los dos estamos aquí". El padre ya no me respondió.
Cuando desperté, yo me hallaba en Bogotá. Abrí mi correo electrónico y leí la noticia de cómo habían encontrado el cuerpo inerte del padre Carlos maniatado en la cocina de la comunidad jesuita en el Alto Marañón un día antes de la llegada de los alumnos.
Dchawsj
San Juan de Pasto, julio 2019

Comments