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LA ESPINA DORSAL (relato)

  • Foto del escritor: danielchawnamuche
    danielchawnamuche
  • 7 mar 2021
  • 2 Min. de lectura

Cerca de celebrarse el día de los muertos, me dirigí hacia el panteón más cercano de donde viví hace 5 años. El panteón es el Baquijano y queda en la avenida Colonial y está al lado de otro gran panteón, el cementerio Británico.


Gran parte de mis seres queridos están allí. Mientras iba acercándome, llegué donde una florera y compré unos cuantos ramos. Al acercarme a la puerta de entrada me encontré con un amigo de la promoción del colegio donde estudié hace ya más de veinte años. Al ver su rostro, lo noté desencajado. Sólo atiné a alzarle la mirada y seguí mi camino en busca de los nichos de mis familiares.


Al ir acercándome al pabellón San Tobías, no pude cesar de recordar al amigo quien minutos antes había saludado. Lo recordé en la juventud del colegio, en los deportes, en el patio del recreo, en las palomilladas del salón. Recuerdo su apellido: Figueroa. Lo recuerdo muy bien por otros dos amigos de apellidos Farfán y Fuentes. Los tres eran contiguos en la lista de asistencia y a la vez hicieron un tridente de bromistas singular.


Llegué al pabellón y busqué el nicho del abuelo. Coloqué las flores y toqué tres veces la puerta del nicho. Hice algunas reverencias sintoístas y cristianas y luego un breve silencio que fue interrumpido por un recuerdo de una broma de Farfán y Figueroa. Casi de inmediato pensé en voz alta: - Ese Figueroa era la muerte. Y esbocé una sonrisa.


Mientras me dirigía a la salida del cementerio, iba notando muchos nombres y apellidos de tanta y tanta gente muerta. Nombres iguales a los míos y de tantos que conozco. Decenas de Pérez, cientos de Ramírez, varios Farfán, varios Aguirre, decenas de Reyes, Flores, López e incluso Figueroas.


Al llegar a la salida, aún estaba allí de pie César Figueroa o Carlos Figueroa o quizá era Martín. No lo recuerdo bien pues casi en los once años de colegio nunca nos llamábamos por los nombres sino por los apellidos. Luego recordé que en mi camisa de promoción ellos la firmaron como: “el tridente” y entonces pude precisar que César era Farfán, Carlos era Fuentes y no quedaba otra de que él era Martín Figueroa.


Le grité: -¡Martín!


Figueroa giró el rostro, me sonrió y caminó en dirección opuesta hacia la avenida Faucett. Luego cruzó oblicuamente la avenida Colonial con los autos detenidos por la luz roja del semáforo, cruzó los postes de alumbrado público, cruzó unos árboles y un puente entero.


Cuando lo perdí de vista, un hilo de miedo surcaba mi espina dorsal.


Dchawsj


Yamakai-entsa, octubre 2016.




 
 
 

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