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La de la mochila jean(relato)

  • Foto del escritor: danielchawnamuche
    danielchawnamuche
  • 20 dic 2021
  • 3 Min. de lectura

Su mochila jean estaba repleta de libros; la mía, solo de ilusiones. Podría decir que sin ella, las clases eran aburridas. Nunca le pregunté algo mientras su sentido práctico de soledad la envolvía. Tampoco me le acerqué mucho, simplemente la veía desde lejos y todo para mi estaba bien. Percaté que ella me gustaba luego del día del temblor cuando al salir del salón tropezó y le ayudé a llenar nuevamente su inacabable mochila llena de libros y cuadernos. Ella, un tanto tímida, me lo agradeció. Levantó con ambas manos su pesada mochila, la colocó en su espalda por los tirantes y se retiró hacia la biblioteca en el lugar del segundo piso donde ya la había visto antes y otros quizá no lo sabían. Se despidió solo con una sonrisa y alzaba la mano de agradecida. Al caminar hacia la dirección opuesta, vi que de una manzana había rodado unos cinco metros y estaba seguro había saltado de su mochila. Sentí que era parte del destino ir a buscarla para entregársela. Esperé hasta salir del umbral de su visión y la seguí. Durante el trayecto repetía mil veces lo que debía decir un caballero: "Hola. Disculpa. No vayas a pensar que te estoy siguiendo. Toma. Esto también se te cayó. ¿Cómo te llamas? Perdón, sé cómo te llamas. Llevamos el curso de administración. Pucha, que idiota soy". Pensé. Ella se detuvo en el fichero en busca de códigos de los libros. Yo tomé asiento en las gradas de la Biblioteca Agrícola Nacional y jugaba con la manzana. Ella sacó unas pequeñas fichas que siempre guardaba en uno de los bolsillos de su mochila y tanteó en otro lugar y notó la inexistencia de algo. Esto me dio pie a pensar que efectivamente sería su manzana. Subió al segundo piso. Retiró los libros y se dirigió después hacia la hemeroteca, lugar casi vacío y de amplias mesas. La seguí e iba recordando lo que debía de decirle. Las manos me sudaban por ello frotaba la manzana tratando de secarla en mi camisa de franela celeste a cuadros. Aquello hacía brillar mucho más la piel roja de la fruta. Contemplé durante unos interminables segundos la manzana pensando que era ella misma, hermosa y ruborizada. "Mejor no se la entrego, me la como y se acabó el asunto. Luego, me pongo a estudiar". Pensé. Estuve en la entrada de la hemeroteca. La vi en el lugar que ocupaba siempre y con la mochila jean engullida de libros sobre la mesa. "Se la entrego y me voy. Total, nunca me habla, solo se limita a sonreír". "Hola". Le dije. Ella me puso tanta atención con sus ojos que por primera vez que ya no pude decir nada más del discurso que tenía memorizado. "Esto es tuyo" le afirmé. Le mostré la manzana y vi como sus fosas nasales se elevaban en un tenue suspiro. Sonrió agradecida como quien contempla el rescate de lo perdido. Antes de que se diera cuenta. Añadí rápidamente: "Pero me comí un pedacito grande". Apoyé la manzana en un extremo de la mesa y observé por primera vez en su bello rostro la insinuación de una carcajada. Antes de que pudiera decir algo. Me di media vuelta y me fui. Pasó un largo fin de semana antes de que pudiera volver a verla en clases. Había decidido esta vez sentarme delante de ella y en las primeras bancas para no distraerme. En la clase, no pensaba en ella. Sino en el remordimiento de haberle dado una mordida a su manzana: "seguro le dio asco y la echó al tacho de la basura". Pensé. Al terminar la clase, cogí mi único cuaderno y lo introduje en la mochila. Salí por la puerta molesto sin saberlo y me tope cara a cara con ella. "Hola, acabo de llegar. ¿Me puedes decir que hicieron?". Me preguntó. "Debo ir a recoger unos libros que he reservado en la biblioteca". Fue lo primero que respondí. Luego, pasó un breve tiempo y tuve el valor de añadir: "¿me acompañas?". A partir de allí, no solo fuimos a la biblioteca. También nos acompañamos al paradero, a los laboratorios, al comedor. Conocí detalles de su vida y ella, de la mía. Conocí el resplandor de su sonrisa negada a muchos y su pasión por los poemas de Neruda. Todo aquello acabó cuando egresó de la universidad. Solo mencionaré que continuamos siendo amigos. El resto es literatura. Dchawsj Yamakai-entsa, diciembre 2016.

 
 
 

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