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Ignacio herido en Pamplona (Reflexión)

  • Foto del escritor: danielchawnamuche
    danielchawnamuche
  • 19 may 2024
  • 2 Min. de lectura

A quienes nos apasiona la historia, llevamos “a flor de piel” cierta la curiosidad ante los hechos. La primera vez que me interesé por la vida de Ignacio de Loyola, descubrí a un hombre con convicción o -mejor dicho- a un personaje decidido. Y, al reflexionar sobre su vida, me pregunto: ¿Qué decisiones hacen que yo pueda dar la vida? ¿Sobre qué debo decidir?


La misma pregunta del joven Marcos al Nazareno resuena en mí: ¿Y qué debo hacer? Ignacio, en Pamplona, tenía muy claro su actuar: “Defenderé esto a como dé lugar”. A pesar de la insistencia del enemigo para la rendición, su terquedad no dio “brazo a torcer”. El 20 de mayo -como hoy-, un proyectil de artillería ligera se introduce en la fortaleza de Pamplona causando destrozos a los muros, a las personas y a los sueños de Ignacio en ambas piernas.


Toda recuperación es tediosa. Lo físico pueda que sea más rápido que la sanación vocacional. ¿Qué puedo hacer si no puedo valerme por mí mismo? Poco a poco, Ignacio va descubriendo que la vida es un constante aprendizaje. Cargará con la herida de Pamplona reflejada en una perpetua cojera. Pero, ello no le impidió acompañar a otros, hacer encontrar caminos a los desviados, fiarse en la Providencia para nuevos proyectos y, junto con sus amigos, fundar la Compañía de Jesús.


Que, en este día, meditemos sobre la lección que nos deja las situaciones adversas. Aprendamos que las heridas nunca son tan profundas como para no levantarnos. Y, si así lo fuera, que no tengamos demasiado orgullo como para no pedir ayuda. Por último, seamos conscientes de que siempre hay algo bueno que podemos hacer.


Dchawsj


Pueblo Libre, Lima. Mayo 2024




 
 
 

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