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  • Foto del escritor: danielchawnamuche
    danielchawnamuche
  • 23 oct 2021
  • 6 Min. de lectura

- Ya. Cámbiate de camisa, ponte tu pantalón y limpia tus zapatillas. Échate siquiera agua a la cabeza, así no te voy a llevar.

Dijo mi hermana, la mayor, quien recién había cobrado su quincena apenas comenzó a trabajar. Yo no sabía a donde iba a llevarnos. Pero, cuando llegué a la habitación, vi a Cezé que se peinaba su largo cabello mirándose al espejo.

- Apúrate, casi te dejamos.

- ¿A dónde vamos a ir? Le pregunté a Cezé mientras me ponía un pantalón.

- A Lima. Respondió.

- ¿Al centro?

- Si.

- ¿Vamos a comprar animales?

Cezé estiró los hombros y la boca. Casi todas las mascotas que teníamos las comprábamos en el centro de Lima, en jirón Paruro.

Una vez listos, salimos de la casa. Llegamos al paradero y tomamos el bus Lima-Callao. Llegamos cerca del centro como a los 45 minutos. Caminamos unas cuadras y mi hermana, la mayor, nos hizo atravesar rápidamente el crucero peatonal tomados de las manos por la avenida Wilson. Yo iba a su derecha y Cezé a la izquierda. Llegamos al restaurant “El Bosque” en jirón Carabaya.

Ni bien entramos, en el mostrador se veían los cortes de carne decorados con hojas de lechugas y perejil. Tomamos asiento en una de las mesas. De pronto, un mozo alto y vestido con pantalón negro y chaleco nos entregó la carta de comidas.

- Ya, pidan carne porque es la especialidad de este restaurant.

Ella, la mayor, pidió primero:

- Me trae un “beef steak” de lomo ancho.

- Yo quiero un bistec de lomo fino sin cordón. Se apresuró, Cezé.

- No se dice bistec.

Miré a mi hermana, la mayor, e imitándola.

- Se dice: “Beef steak”.

- Ya. ¿Qué vas a pedir? ¡Apura! Replicó, la mayor.

- Deme un bistik

Dudé:

- Mmmmm… o “mijor” deme…

- Mijor… mijor dijistes. Se burló Cezé.

- Quiero ma-rru-cha. Marrucha, repetí.

- ¿Tú sabes lo que es marrucha? Me preguntó, la mayor.

- Siiiiiii. Eso comemos a cada rato en la casa.

La verdad no tenía la menor idea de qué era marrucha. Lo cierto es que me causaba risa decir “biftik” y lo había leído del mostrador cuando entramos al restaurant.

El mozo iba anotando en unas hojas de papel bulky cortadas y engrapadas. Preguntó:

- ¿Término medio, tres cuartos o bien frita?

- Tres cuartos para los tres. Respondió, la mayor.

- ¿Para beber? Volvió a preguntar el mozo.

- Coca-Cola

- ¿Personal o familiar?

- Personal.

- ¿Ustedes que quieren? Nos preguntó, la mayor.

Miré a Cezé porque era la primera vez que íbamos a pedir bebidas personales. Hasta ese momento mi papá compraba bebida familiar y otra de mis hermanas la repartía a los demás. Nosotros bebíamos lo que nos daban sin chistar pues veíamos la botella vacía.

- Fanta. Pidió, Cezé.

- Coca-Cola, dije.

Aunque deseaba pedir Fanta, lo dije por pedir diferente a Cezé. Resulta que, en no pocas ocasiones, cada vez que yo quería algo Cezé pedía lo mismo. No me agradaba mucho cuando escuchaba de otras personas: “qué lindos los mellizos piden igual y se visten igual”.

- ¿Ensalada? mencionó, el mozo.

- ¿Qué lleva? preguntó, la mayor.

- Pepino, tomate, lechuga, berro y palta.

- Si. Traiga una grande para los tres.

Ella le sonrió un poco coqueta al mozo y le rogó:

- Póngale un poquito más de palta, ya.

El mozo se fue con la misma cara larga que puso cuando pedíamos bistec. Mi hermana, la mayor, nos daba tips para comer en un restaurante y también para cuando nos inviten a comer en otra casa.

- No me van a hacer pasar vergüenza. Escúchenme. La servilleta va sobre las piernas. No en el pescuezo. Los codos no se ponen sobre la mesa. La carne se corta con el cuchillo en la mano derecha y el tenedor en la izquierda. Una vez cortada pasas el tenedor a la mano derecha. Luego, una vez que pasas lo que ya has masticado con la boca cerrada vuelves a cortar otro pedazo de carne.

Me miró específicamente y me dijo:

- Se toma despacio la gaseosa y no se eructa.

Luego, a Cezé:

- Se pide las cosas de la mesa porque si te estiras, tu cabello va a chocar con la comida o las salsas. Y no te quites los zapatos ni juegues con los pies.

Volvió a mirarme:

- Luego que terminas de comer, te limpias con la servilleta. No con el mantel, ni con el polo, ni con a manga del polo. Tampoco, con la ropa de Cezé.

El mozo llegó con las bebidas y unos vasos. El mozo vertió un poco de la gaseosa en el vaso y luego colocó todo junto sobre la mesa.

Al ver la gaseosa en el vaso, lo cogí y lo tomé todo porque tenía mucha sed. Mi hermana, la mayor, observó:

- ¡Qué! ¡Ya la terminaste! No voy a comprar más gaseosa.

Sonreí vergonzosamente. Dejé mi vaso vacío sobre la mesa y suspiré. Luego, miré a Cezé:

- Invítame pe`.

Cezé tomaba un poquito y meneaba la cabeza.

- Ya, pe`. Te doy 20 libras allá en la casa.

- A…… a.

- Un poquito no más. Pa` probar la Fanta.

- No. Porque cuando yo te pido, no me das.

- No. Yo si te doy.

- Si, pero poquititísimo… ¿A ver invítame tu Coca-Cola?

- No porque me queda poquito.

- Ya ves que no compartes.

- Aya… está bien… mira como eres ah…

Opté por el silencio, la estrategia del hielo. Pero, no me duró mucho. Yo veía como poco a poco se disminuía el contenido de su vaso.

- Invita pe`.

- Mmmmmm… qué rica que está mi Fanta.

- Ya pe`. 40 libras tengo allá en la casa.

- ¿Y de dónde sacas plata?

- Vendí los periódicos viejos y las botellas al ropavejero.

- Ya. Apenas lleguemos a la casa, me das la plata. Pero, un sorbito no más. No vaya a ser como cuando te invité helado allá en el Sears. Me dijiste un poquito y le diste un mordiscón.

Cezé acercó su vaso a mi boca porque no confiaba en mí. Alzó el vaso lentamente y sentí el líquido dulce, fresco, anaranjado y burbujeante. Inmediatamente, lo retiró.

- ¡Uh! Qué poquito. Te voy a dar solo 20 libras.

- Tú dijiste 40.

- Oe. Pero, no tomé nada.

- Ya. Te voy a regalar un poquito más.

- ¡Qué me vas a regalar! .... Me debes 20 libras de Fanta.

Ella volvió a acercar el vaso a mis labios como la vez anterior y pude beber efectivamente un poco más:

- Ya está.

- ¡Qué rico! Pa` la próxima pido Fanta.

- No te olvides de mis 40 libras.

- Ya.

El mozo llegó con una gran bandeja. Colocó, primero, la ensalada y luego los platos humeantes de carne recién salida de la parrilla y sus papas fritas. Qué bien se olía. La carne estaba saladita y jugosa con un color rosado en el centro. Los bistecs no llevaban hueso, pero la marrucha sí. Comimos tal cual nos había preparado mi hermana, la mayor, cogiendo los pesados cubiertos. No había que hacer mucho esfuerzo porque la carne estaba blanda. Probamos todas las salsas: chimichurri, mostaza y kétchup. La ensalada estaba bien fresca, crocante, muy verde y ligeramente aliñada con sal y limón.

Nos comimos todo, yo me quedé con las ganas de cascar el hueso que llevaba el mismo color de la carne con pizcas de sal y orégano chamuscado. Las pocas papas que quedaban las remojábamos en el jugo que quedaba en el plato.

Al terminar, la mayor, dijo:

- Los cubiertos van sobre le plato como si fuesen las 8 y 20. La punta del cuchillo dentro de los dientes del tenedor.

Bebimos el resto de la gaseosa que nos quedaba. Mi hermana, la mayor, pidió la cuenta al mozo. Él se la dio y le murmuró: “acérquese a la caja a cancelar”. Así lo hizo. Estando ya de pie, nos hizo un ademán con la mano para levantarnos de la mesa e irnos. Tuvimos la suerte que la “Lima-Callao” que subía por la avenida Uruguay bajaba por Jirón Carabaya exactamente se detuvo en la esquina del restaurant.

Abordamos el bus rumbo a la casa con el estómago muy lleno. Yo todavía conservaba el olor de la parrilla en mi memoria, la dulzura de la Fanta y la pena de entregar en casa mis 40 libras de meses y meses de juntar periódicos viejos que Cezé gastaría en comprar sus muñequitas recortables.

Dchawsj

Salamanca, España. Octubre 2019.



 
 
 

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