El último de los padres buenos (Crónica)
- danielchawnamuche
- 10 ago 2021
- 2 Min. de lectura
Conocí a Carlos a mediados del año 2005 cuando otro Padre desde Lima me envió hacia una de las obras jesuitas más alejadas del Perú, en la Amazonía norte. Hacía poco que mi madre había muerto.
La comunidad estaba conformada por un maestrillo y otro Padre de apellido vasco, Baigorri. Yo sería el cuarto en la comunidad, pero en condición de candidato a la Compañía. Carlos fue mi acompañante espiritual. Fueron 4 meses de grata compañía, mucha oración y trabajo con los estudiantes nativos awajum y wampis.
Regresé a Yamakai-entsa a escasos dos meses que terminara el año 2012, ya no quedaba nada del candidato que era en el 2005. Llegué ahora como maestrillo. “Asume lo que tengas que hacer, haz comunidad y ama a los nativos” fue lo primero que me dijo el Padre provincial quien me enviaba y añadió: “te van a engañar, te van a robar, a veces no la vas a pasar bien, pero sobre todo eso… ámalos”.
“Ya te están esperando”. “El otro padre, el más joven, abandona la Compañía y el maestrillo se va hacia el Brasil a estudiar Teología. Cualquier detalle lo consultas con Carlos”. Fue lo último que recuerdo de las instrucciones del Provincial, aunque si una última pregunta: ¿Por qué no te quedas para el encuentro de los jóvenes con el Padre General? “No, yo ya me quiero ir... al magisterio” respondí.
Regresé a vivir en la selva después de 7 años. “Bueno, Carlos, aquí otra vez. Parece que nos quedamos los dos”. Le dije. Él respondió: “por ahora soy el director, el superior, el sacerdote y el párroco de Imacita, el resto lo harás tú”. Efectivamente, el resto significaba ser ministro, ecónomo, profesor, tutor de aula, encargado de la pastoral del colegio, enfermero y radiofónico. “Carlos, ya que vamos a estar un buen tiempo, le he dicho al Provincial que tú eres mi acompañante espiritual porque no pienso salir de aquí”. El Padre Carlos solo se rio.
En el año 2017, llegaron a Yamakai-entsa dos maestrillos y yo partí para Lima el 15 de junio, pues el 30 viajaba hacia Bogotá para estudiar Teología en la Javeriana. Desde allí, pude conversar con Carlos gracias a la tecnología del Wasap. Recuerdo que paseando por el Colegio o en conversaciones con Carlos, me contaba sobre los Padres Guallart, Casey y Cuquerella así como las construcciones de los Hermanos Arsenio y Pocho.
Muchas veces lo vi alejándose en el bote hacia Imacita mientras me quedaba en la orilla. Otras veces, él era quien me veía cuando llevaba a algún enfermo hacia la posta médica. Se nos había hecho costumbre esperarnos en la orilla porque aprovechábamos las salidas hacia el pueblo para comprar alimentos.
Ya no he vuelto a ver al Padre Carlos desde aquella mañana del 15 de junio y no lo volveré a ver más: lo han asesinado. Mi Padre, mi superior, mi amigo, mi compañero de apostolado se ha ido, se lo han llevado.
“Señor hortelano, si sabes dónde está, dímelo…”
Dchawsj
Bogotá, 10 de agosto de 2018

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