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El lobo y el cazador (relato)

  • Foto del escritor: danielchawnamuche
    danielchawnamuche
  • 7 mar 2024
  • 3 Min. de lectura

Era de noche. Al día siguiente, había que ir al colegio. Yeyé ya dormía y Cezé, también. Mañana es el primer día de clases y mi madre nos hizo acostar temprano.

 

- Yeyé, Yeyé.

 

Llamé en susurros a mi hermana.

 

- ¡Shhhhhhh! Vas a despertar a Cezé. ¿Qué pasa?

 

- No puedo dormir.

 

Yeyé descubrió la colcha de su cama.

 

- Ven.

 

Fui donde estaba Yeyé. Ella me cubrió con la colcha y le pregunté:

 

- ¿Cómo es allá?

 

- Allá hay otros niños y niñas y cada uno tiene historias diferentes. Y hay maestros. Y te enseñan a leer, a escribir y a contar números sin los dedos.

 

- Yeyé. Cuéntame un cuento

 

- Está bien. Pero, no te vayas a reír. Vas a despertar Cezé. Sólo debes decir: "Tá".

 

- ¿Tá?

 

- Si… Tá.

 

Yo no entendía. Y ella comenzó a imaginar.

 

- Había una vaqui…

 

- Tá.

 

- Que pasaba por la pis…

 

- Tá.

 

- Pasó una camione…

 

- Tá.

 

- Le aplastó la teti…

 

- Tá.

 

En ese momento, no podía aguantar la risa.

 

- No te rías. Ya, no sigo.

 

- No. Sigue…

 

- Espera alguien viene. ¡Regresa!

 

Mi madre -no pudo ser otra persona-. Entró en la penumbra de la habitación. Yo había logrado llegar hacia mi cama al lado de Cezé y cubrirme con la colcha. Ella llegó y logró ponernos la colcha a la altura del cuello. Sabía que mañana nos recordaría que no nos cubramos todo porque podríamos ahogarnos. A Cezé se le notaban los dientes cuando dormía. Yo fingía dormir con el rostro sonreído porque no me dio tiempo a ponerme serio. Fue donde estaba Yeyé y miró en el rostro de ella que dormía. Salió y cerró la puerta. Volví a abrir los ojos y regresé donde Yeyé.

 

- Yeyé, Yeyé. ¡Despierta!, Yeyé, ¡despierta!

 

Yeyé estaba durmiendo. A pesar de que la sacudí con el hombro, no se despertó. Fue la primera vez que descubrí, en la oscuridad, la soledad.

 

- ¡Ven mongo!

 

- Ya estabas durmiendo.

 

- No.

 

- Sigue.

 

- ¿En dónde me quedé?

 

- En la camione…tá.

 

- No seas mentiroso. Te vas a volver a reír y mi mamá va a volver.

 

- Sigue.

 

- Está bien… Espera.

 

Esperé el tiempo en que terminaba de bostezar y ella volvió a imaginar.

 

- Salió mucha lecheci…

 

- Tá.

 

- Pasó mi mami…

 

- Tá.

 

- Y recogió la lecheci…

 

- Tá.

 

- Y allí aca…

 

- Tá.

 

- Acaba, sonso.

 

- Está chévere. Cuéntame otro.

 

- Está bien.

 

Yo ya estaba con sueño, pero todavía quería escuchar a Yeyé. Ella comenzó a contar:

 

“Había una vez, una mamá cabra que tenía 7 hijitos. Ellos siempre querían jugar. La mamá les decía que no se vayan muy lejos. Pero, ellos eran muy traviesos. Un día se fueron muy lejos y llegó un lobo. Y lobo se los tragó. La mamá estaba preocupada porque ellos no llegaban y fue a buscarlos con ayuda de un cazador. Después de buscarlos, por mucho tiempo, encontró al lobo. Pero éste dormía porque tenía la panza muy llena. Entonces, cogió un cuchi´o. Y abrió la panza del lobo. Y sacó a los 7 hijitos. Para que no se de cuenta el lobo, le puso piedras en el estogamo y lo volvió a cocer. La mamá se fue con sus hijitos rápidamente. Solo quedó el cazador esperando que el lobo despierte. Cuando despertó, el lobo no podía moverse por las piedras. “¿Qué le pasa señor lobo?”. Le preguntó el zacador apuntándolo con su escopeta. “No dispare, no dispare. He comido mucho. No es justo que me mate sin darme chance a correr” respondió el zorro. Digo, el lobo. “Está bien. Voy a buscarlo a usted, la siguiente semana”. Y por una semana, el lobo estuvo cagando las piedras por el culo”.

 

- No te rías, ¡carajo!

 

- Le voy a decir a mi mamá que estás diciendo malas lisuras.

 

- ¿Quieres que acabe?

 

- Si.

 

“Por eso, el lobo aúlla: Auuuuuuuuuuuuuuu”.

 

- ¿Te acuerdas de Lobo, el perro de los Peñaloza?

 

- Si.

 

- Ya murió. Pero, aullaba porque dicen que tenía un tumor y le dolía mucho.

 

- Y el Rinti, también.

 

- No, el Rinti, murió de viejo.

 

“Auuuuuuuuuuuu… y le hace recordar a los otros lobos que no coman mucho porque después se tapan”. Y colorín colorado este cuento ha acabado. Ella se quedó en silencio y yo me dormí.

 

Al día siguiente, me desperté en la cama de Yeyé. Cezé y ella se habían ido al colegio. Yo no iba en las mañanas porque estaba matriculado en otro colegio en el turno de la tarde.

 

Y me encontré solo en la casa. Era la primera vez que descubrí, en plena luz del día, la soledad… y también la imaginación.

 

Dchawsj

 

Bogotá, marzo 2019.




 
 
 

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