EL GATO SIN NOMBRE (relato)
- danielchawnamuche
- 8 mar 2021
- 2 Min. de lectura
No me gusta ponerle nombre a los animales.
Ayer, estando en misión, ingresó un gato pequeño en la casa donde me hospedaba. Llegó herido, pero eso era lo de menos. Estaba con hambre. Así que le invite de mi comida.
No le puse nombre porque no estaré mucho tiempo en El Arroyo de las Canoas, en Cartagena. A juzgar por su herida, no se si morirá de infección; quizá, de hambre.
No le pondré nombre para no tener que recordarlo. Si se muriese mañana tendría que hacerle un funeral. Pensar en los pocos momentos que pasamos juntos y darle cristiana sepultura. Más, como no tiene nombre, no lo espero. Ni para el desayuno, ni el almuerzo.
Llega por las tardes. Antes de dirigirme hacia la capilla, lo saco al patio. Cierro la puerta para que no entre a la casa y allí que se busque algo donde pasar la noche.
¿Cómo se llama tu gato? Me preguntó una niña. “No es mi gato”, le respondí. Y añadí: “es un gato que viene a visitarme, es un gato vago”.
¿Por qué no lo curas? Volvió a preguntarme. Y con cierta pena le respondí: “Ayer le eche aceite, pero se ha estado lamiendo”.
¿Tú crees que se va a curar? Me insistió. “No lo sé”, le respondí un poco fastidiado y parece no importarle las heridas. Siempre tiene hambre.
Ya han pasado dos días y el gato no ha venido a verme quizá porque yo no lo he querido esperar. Mejor para él si ya consiguió un hogar y un nombre. Lo cuidarán y le querrán.
He dejado limpia la casa tal como me la prestaron. La niña se ha acercado hacia el bus que me llevará al centro de Cartagena. Lleva el gato en sus brazos.
¿Me puedo quedar con tu gato? Me preguntó. “No es mi gato, no lo conozco, no tiene nombre”, le respondí sin interés.
Pero, instintivamente añadí diciéndole: ¿Cómo le vas a llamar? Ella me respondió sin dejar de sobarle el lomo: “Vago”. Sonreí antes de responderle: “Le gusta que lo acaricien por las tardes y toma leche con galletas”. Añadí: ¿Le curas su piernita?. Ella asentía con la cabeza y dijo: “Sí mi mamá me va a ayudar”. Me despedí: “Chau, Irene”. Me respondió: “Adiós, hermano”.
Mientras arrancaba el bus, pensaba: “Chau Vago, ponte a trabajar”.
Dchawsj
Cartagena de Indias, Colombia. Marzo 2018

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