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El abad Poimet (Cuentos en E.E. #6)

  • Foto del escritor: danielchawnamuche
    danielchawnamuche
  • 31 ene
  • 2 Min. de lectura

Este cuento lo escuché del padre Rafael Velazco como parte del retiro de 8 días para la provincia jesuítica del Perú.

 

Muy antiguamente, los monjes solitarios comenzaron a formar congregaciones llamados cenobios. Y cada cenobio tenía un monje con mayor experiencia y cuidaba de los demás. Éste era el abad.

 

Había un abad que estaba orgulloso de que en el cenobio se cumpliera cabalmente los compromisos asumidos: orar, trabajar, estudiar y ayudar a los pobres. No había en el desierto otro mejor cenobio como el que sus ojos podían contemplar.

 

Pero, un día, el abad se percató que la alegría se había ido. A pesar que las labores continuaban a un ritmo casi perfecto: las horas de oración, los cantos de alabanza, la ayuda a los pobres.

 

No obstante, la vida en el cenobio se había vuelto rutinaria. El abad ya no sabía que hacer hasta que se acordó que muy cerca de allí a dos días de camino por el desierto se encontraba el viejo abad Poimet.

 

Luego de dos días de camino por el desierto, el abad del cenobio encontró al viejo Poimet. El viejo estaba sentado en una roída estera haciendo su meditación con los ojos cerrados.

 

— ¡Maestro Poimet, tiene que ayudarme! Le gritó el abad. Poimet abrió los ojos al sentirse interrumpido en su meditación.

 

—¿Qué sucede? Preguntó Poimet.

 

—No me puedo quejar del cenobio. Todos cumplen con sus labores pero la alegría se ha ido. ¿Qué debo hacer?

 

El abad Poimet dijo: "el Mesías está en el cenobio y se ha disfrazado de monje. Deben saber quién es. Y cerró los ojos para volver a meditar.

 

El abad regresó meditando las palabras del viejo Poimet: "Yo no soy, el mesías. Quizá es el bibliotecario. Es viejo y tiene barba. O tal vez el que trabaja en la huerta. O el cocinero aunque es un poco gordo".

 

Y así se pasó el tiempo pensando quien podría ser el Mesías.

 

Al cabo de dos días, llegó al cenobio y anunció:

 

— Hermanos. He hablado con el Abad Poimet y me ha dicho que entre nosotros está el Mesías disfrazado de monje.

 

Cada uno de los monjes se fue a su celda pensando quién sería el Mesías. El cocinero pensó: "tal vez es el hortelano, ese viejo gruñón". Y el hortelano pensó: "seguro que es el bibliotecario, muy testarudo y pequeño". Y el bibliotecario pensó: " seguro es el gordo del cocinero".

 

Al día siguiente, después de la oración, los monjes iban hacer sus labores.

 

Cada uno de ellos sospechaban del otro acerca de quién era el Mesías, nadie quería ofenderlo y, de hecho, el trato entre ellos cambió.

 

Entonces, la alegría al cenobio volvió. El abad se dio cuenta que realmente el mesías estaba disfrazado entre ellos.

 

Fin.

 

Dchawsj

 

Lima, Enero 2017.




 
 
 

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