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Dios y los justos (relato)

  • Foto del escritor: danielchawnamuche
    danielchawnamuche
  • 1 oct 2021
  • 1 Min. de lectura

Cuando llegó Dios a la tierra, ya no existían los malos. Pero, si muchas maneras de ser bueno. Ni bien asomó el rostro, un grupo de estos buenos se arrodillaron y suplicaron perdón. Él les mostró su rostro furioso y los barrió para la alegre eternidad con su brazo enérgico.

Un segundo grupo de buenos fueron aquellos que miraban desafiante a Dios reclamándole las injusticias de la tierra. Él les retribuyó -a la imagen de ellos- la mirada y los fulminó desde el pecho al punto que traspasaron el cuerpo de cuyos orificios de salida emanaban dulces alas. Y se esfumaron riendo con dignidad.

Un tercer grupo tenían la mirada serena y tranquila. Dios los abrazó como el niño a su madre o la niña a su padre. Y les mostró el rostro suave como la lenta brisa, como el preludio alegre de un llanto y el evidente amago de la sonrisa: el presentimiento certero del amor.

Antes de mostrarse ante los ocho grupos de bienaventurados. Dios concedió respuesta a la siguiente pregunta: Si todos los que aquí quedamos fuimos buenos, ¿por qué te revelas de diversas maneras? Y susurró Dios como la suave brisa: “Para mi nada es imposible, pero para los justos toda imagen de Dios es posible”.

Dchawsj

Salamanca, octubre 2019



 
 
 

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