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DIAS DE COLE (relato)

  • Foto del escritor: danielchawnamuche
    danielchawnamuche
  • 8 mar 2021
  • 5 Min. de lectura

No había nada más aburrido que las clases en el colegio. Aburridos los temas y aburridos los profesores. Al menos, en la secundaria, cada profesor decía ser un especialista en su área. Aunque con el tiempo, cada quien se da cuenta que éso de ser especialistas no era tan cierto.


Felizmente a media semana teníamos la Educación Física. Lo peor fue cuando el gobierno decreto el estudio por la tarde. Salir unas horas antes del sunset y luego de dos horas de infernal tráfico para llegar a casa en la noche.


Hacer las tareas provocaba risa. Las tareas no eran para uno aprenda; eran para que el profesor tuviera algo en que ocuparse aunque después nisiquiera se daba la molestia de leer los trabajos. Recuerdo que en un resumen literario del Quijote incluí una escena de la película el Imperio Contrataca. De hecho, la nota no fue mala, recibí un dieciséis en el trabajo sin anotaciones ni comentarios solo corregidas algunas tildes.


Las mejores mañanas eran con los cursos de Comunicación o Ciencias Naturales. Las matemáticas no caían mal después de recreo. Pero las últimas horas con Cívica o Religión, un estómago crujiente y cuarenta desadaptados queriendo salir al receso antes de los talleres de las tardes eran todo un suplicio.


Recuerdo la clase de símbolos patrios: "Alumnos, el rojo simboliza la sangre derramada en defensa de los más altos valores patrios". Ríos, un alumno que poco intervenía en clase y cuando lo hacía era un real jijuna, levantó la mano y dijo: "Entonces profesor las grandes y abnegadas mujeres, forjadoras de nuestra nación, del hogar y la familia son merecedoras de nuestro viril respeto pues ellas todos los meses en un acto de fiel heroísmo hormonal derraman su sangre con su menstruación, viva la patria!!!" Y todos gritábamos: Viva!, Viva!


Aquel profesor duró solo hasta medio año. Llegó otro, con cara adusta y gestos de veterano de guerra. Ese año nos dijeron que el curso era Formación Cívica y Pre-militar. Un día en que Ríos quiso pasarse de vivo, el nuevo profesor lo hizo brigadier. -"Joven Ríos ahora usted responde por todo el salón. Ordene que hagan diez planchas". Ríos en un acto de gracia ordenó: "Jóvenes alumnos y compañeros, éste es un momento histórico vamos hacer diez planchas". "¿Perdón señor Ríos escuché veinte?". Preguntó el nuevo profesor. "No" respondió Ríos. "Entonces que sean treinta" Replicó el profesor. Ríos entendió la orden y gritó: "Muchachos treinta planchas ya!" Veinte años después nos enteramos que el comandante Ríos estaba en el combatiendo cocaleros en el VRAEM.


Algunas tardes eran interesantes como la de Declamación o las de Creación Literaria. Pero escribir en esos años todavía no era de mi interés. Hubo tardes de Ciencias o de Primeros Auxilios y Taller de Computo en donde nos sentaban de a tres para ver una máquina y anotar algunos comandos.


Muchas veces se canceló el Taller de Computo por los constantes apagones en Lima tanto así que las clases se volvían exámenes orales: "¿A ver alumnos quién de ustedes sabe para que se necesita el comando DIR/W?" preguntaba el profesor.


La novedad fue el Laboratorio de Idiomas. Estaba compuesto por mesas contiguas con separaciones. Sobre éstas habían unos botones y salidas para los audífonos con micrófonos. Entonces, el profesor desde su mesa colocaba casetes de las lecciones o a veces llevaba música en inglés a pedido de la muchachada. Aunque ello acabó cuando escuchando una canción de Bob Marley, el loco Calderón prendió un cigarrillo y comenzó a rotarlo por todo el salón. Calderón asumió la responsabilidad y se vio obligado a dejar el taller no sin antes retirarse mostrando con sus dedos la señal de amor y paz. Terminado el colegio, Calderón migró a los Estados Unidos.


Con poco esfuerzo uno podía sacar tranquilamente una nota apropiada; lo suficiente como para no preocupar a los padres de familia pues de ello dependían las propinas para los fines de semana y también para los días donde ibamos al colegio pero para "tirarse la pera". El flaco Peralta tenía unas amigas en un colegio de puras mujeres en el otro distrito en Magdalena del Mar cerca de la Costa Verde y un día se puso de acuerdo para encontrarse con ellas en un parque cerca de aquel colegio.


"Vamos chato" me dijo García. "T'as huevon, si se entera mi viejo..." respondí. "Peralta dice que son cuatro jermas que van a tirarse la pera. Cueva le dijo que iría y también Secada pero Cueva arrugó y me dijo a mi pero faltaba un punta más. Vamos chato". Volvió a insistirme García. "Puta negro creo que no." Repliqué. Pero, no pasaron diez segundos y me convenció: "A la que chucha vamos".

Cuando nos dirigíamos hacia Magdalena vino Cueva corriendo y gritó: "Yo también voy". Peralta contestó: "No Cuevita. Ellas son cuatro y no vamos hacerlo a un lado al Chato". "Si quieren me regreso al colegio, me va y me viene tirarme la pera" increpé desinteresadamente. "No chato, te quedas porque si nos atrapan, nos expulsan y como tú eres bueno a lo mejor el Cura tiene misericordia con los cinco". Y añadió Peralta: "Entonces, debemos conseguir otra jerma".


Susy, Carmela, Grecia y Reyna eran las cuatro amigas de Peralta. "Susy, consigue una más" señaló el Flaco. Susy alzó los hombros sin dar respuesta cuando Carmela gritó: "Reyna, allí va tu hermana". "Mira, ésta también se está tirando la pera". Musitó en voz alta. Reyna se amarró el cabello y corrió a traer a su hermana.


Vicky fue la quinta. Nos emparejamos los cinco. Carmela se arrimó al Negro, Susy con Cuevita, Grecia caminó con Secada, Reyna fue con Peralta. Antes de emparejarme con Vicky, Reyna dejó muy en claro: "Mi hermana no toma ni fuma y Chato si le haces algo te saco la reconchatumadre". "Tranquila Reyna, el Chato es tan tranqui que Dios se lo va a llevar al cielo sin morir". Calmó a todas, García.

Ese día la pasamos bien. Peralta y los otros volvieron a repetir tirarse la pera. Yo recibía notitas y cartas de Vicky hasta que se cansó porque nunca le respondí. Total era todavía chibola. Me daban gracia sus escritos y sus dibujos de ambos espalda con espalda y con un fondo de mar y sol y cigarrillos en los labios.


Los días siguientes a la pera eran para narrar en el salón las hazañas de lo sucedido aunque lo que allí se contara resultaba ser más ficción que realidad. Yo sonreía sin negar cómo cuando contaban que Vicky era un lomazo de mujer y mi estatura le llegaba a la cintura o cuando dijeron que el negro García pedía respiración boca a boca a Carmela porque se atoró con el humo de cigarro.


Era poco lo que se aprendía en las clases del colegio cuando había que aprender otras performances sociales. Al año siguiente, las chicas comenzarían a cumplir quince años. Nos veríamos en las fiestas y competiríamos también con otros estudiantes y amigos de ellas. Había que ponerse a la altura de la situación. Poco importaba si en el mundo caía el muro de Berlín, si las reformas de Gorbachov disolvían la Unión Soviética o si la suma del cuadrado de los catetos era igual al cuadrado de su hipotenusa.


Lo que nos importaba quizá en ese momento era hacernos un espacio memorable en esta vida juvenil compartida con amigos. Una etapa tan fugaz llamada adolescencia, tan llena de recuerdos y experiencias.


Dchawsj


Yamakaientsa, Mayo 2017.

 
 
 

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