Cuentos sobre mi madre No 6
- danielchawnamuche
- 5 oct 2021
- 1 Min. de lectura
“¿Dónde pones tú, la oreja, que siempre está cochina?” Decía mi madre mientras pasaba su dedo índice envuelto con una punta de tela gaza húmeda sobre el pabellón de uno de mis oídos. No le respondí pues aún tenía un poco de sueño y mi oreja había estado en muchos sitios distintos como para elegir qué contarle.
No fue la única vez que notó mi falta de aseo auricular pero si una extraña curiosidad del saber qué era lo que yo hacía para que no pocas inmundicias ingresaran en aquel hoyo de mi cabeza.
Entonces, no había lugar de la casa que no haya puesto la oreja: el parqué de la sala, las baldosas de los patios, las mayólicas de los baños, las puertas de la casa y la cocina, el vidrio de la mampara, los interruptores de luz, el chasis del carro, los buzones del desagüe, el montículo de arena, las flores sin abejas y el jardín, la panza de mi mamá, de mi papá y de mis hermanos.
Cierto día, me quedé dormido escuchando el piso. Mi madre, al verte allí tendido, me llevó a mi cama. Al acostarme entreabrí los ojos y le escuché decir: “Varios días te veo haciendo lo mismo”. “Dicen que los apaches podían escuchar a alguien venir poniendo la oreja en el suelo, te estaba esperando” le dije aún somnoliento.
Mi madre al percatar aquella peculiar manía mía de querer encontrar el sonido en todo, hizo algo realmente mágico. Puso sus manos como una cuevita, las acercó a mi oído y susurró: “dónde quiera esté… tú siempre me vas a escuchar”.
Dchawsj
Yamakai-entsa, Setiembre 2014

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