Atrapasueños (Crónica)
- danielchawnamuche
- 10 oct 2022
- 3 Min. de lectura
Hubo un tiempo -allá por finales de la década de los 90´s- en que los fines de semana suponía ir a ver obras de teatro en Miraflores. Lo peculiar es que nunca nos poníamos de acuerdo. La consigna era encontrarnos en el Piccolo Café acabada las obras. Alguien iba al teatro Británico o al Larco, otros al Ricardo Palma o al de la Alianza Francesa. Cada uno de nosotros elegía la obra y -si quería o no- después ir a comer un hotdog con un café en el Piccolo. En esa época no teníamos teléfonos celulares así que solo quedaba la intuición, la esperanza y el deseo de encontramos.
Cierto día sábado, por la noche, salí del Británico -casi todas las obras de teatro en Lima comienzan a las 8 de la noche- y me dirigí hacia el Piccolo. Allí, tomé asiento y pedí al mozo un café con un pan con hotdog porque eso era lo que me permitía mi economía -las buenas obras de teatro en Lima suelen ser caras -. De pronto, no pasó 5 minutos y llegó Gilber y 2 minutos después, Angela. Cada uno apareciéndose con una frase de diálogo de Teatro.
- Caramba, que culta la gente. Invierten su plata en ver buenas obras. Les replicaba.
Ambos amigos pedían lo mismo. Aunque a veces solo el café porque el mes de agosto suele ser el más frío del año. Ese día, solo eran ellos dos. Otros fines de semana, a veces, se juntaba Pancho y en otras veces, Verónica. Algunos fines de semana me tocó estar solo y beber café disfrutando con la memoria el guion de la obra o pensando en el personaje que más me impactaba.
En aquella sabatina de risas, recuerdos y sueños, Angela nos dijo:
- Vámonos a Barranco.
- Vamos, pues. Dijimos al unísono con Gilber.
Una vez allí, en Barranco, caminamos por las veredas y veíamos las fachadas de los antros de aquella época: la Noche, el Ekeko, la Estación. A veces íbamos por la plaza y Angela se encontraba con algunos jóvenes artesanos conocidos suyos.
- Oe, Angela. A ese lo he visto en la universidad.
- Si, es de la facultad se recursea vendiendo pulseras.
- Y a esa chica también.
- Si, creo.
Me acerqué a la chica. Señalé las artesanías que elaboraba y le pregunté:
- Hola. ¿Cómo se llama?
- Atrapasueños.
- ¿Cuánto?
- 10 soles, el grande; este mediano, 5 y el pequeño, 3.
Estos artefactos eran muy llamativos. No tenía dinero para comprar ni siquiera el pequeño. Pero, eran excusas para cruzar palabras con aquella chica. Le guiñé le ojo en señal de que en otra ocasión vendría a comprarle o en todo caso acercarme a ella en la universidad.
Acabado el periplo barranquino, nos dirigíamos cada uno hacia la avenida para tomar nuestros respectivos buses. Antes de llegar a una esquina, Angela nos dijo:
- Hay que fundar una Compañía de Teatro.
- Si. Dijo Gilber. Y añadió: la llamaremos “La Yunta”.
- Si, haremos obras de teatro jamás vistas, jamás leídas, obras inéditas nunca puestas en escena. Repliqué.
Angela sacó de su morral una hoja de papel y un lapicero y escribió. “Aquí se fundó la Compañía de Teatro La Yunta” sacó una cinta scotch y lo pegó en la sucia fachada de una casona vieja barranquina cuya pintura se caía a pedazos junto a otros carteles y propaganda electoral que ahí colocaban.
Cada uno se fue a su casa, yo miraba el vidrio del bus en retrospectiva y perspectiva: la obra de teatro, los rostros de mis amigos, el atrapasueños, la mirada de la chica que vendía y estudiaba en la universidad, afiches de teatro con el título: “La Yunta”. Llegué a mi casa con el corazón henchido de sueños.
No volvimos a tener una noche así pues iniciarían la semana de exámenes finales. Ellos ya estaban acabando sus respectivas carreras.
Un día me encontré con Gilber y estaba juntando los sylabus de sus cursos para postular a una beca en México. Luego, no lo vi nunca más. Con Angela nos encontrábamos regularmente en la universidad, ella hizo un posgrado -mientras yo acababa el pregrado en Agronomía- y luego supe que realizó un doctorado. Después, pasaron muchísimos años cuando me encontré con ella en la ciudad de Piura –a cientos de kilómetros de Lima hacia el norte- cuando trabajaba en el cultivo del mango a pocos meses de viajar hacia la selva amazónica. Ella caminaba con su esposo y su pequeño hijo.
Dchawsj
Lima, agosto 2022

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